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Actitud de Servicio.

Es tan difícil desapegarse del resultado de cualquier acción que realice....

Cuando el Ego hace su presencia, ahí estoy.. en la disyuntiva del bien y del mal, de lo bueno, de lo malo, del error, del acierto, del éxito, del fracaso... Moverse desde ahí es como girar en una peonza y cuando acaban las vueltas y para, vuelve a girar.

Qué gran compasión se necesita para encajar los golpes, los fracasos, los errores, las decepciones, las contradicciones.. 

Pero todo eso es una parte... Es también un pensamiento de sentirme tan importante en los hechos de la vida, que parece que el resultado dependa totalmente de mí. ¿Quién soy yo para influir en el resultado? ¿Realmente soy tan importante como para interferir en lo que la vida tiene que ofrecer a cada instante y a cada persona? ¿Quién soy yo para sabotear el continuo de vida, los hechos que aparecen como sincronicidades, todo lo que me ofrece quizá negándome a aceptarlo o interfiriendo en lo que tenga que ser?

Cuando me posiciono en el poder de un resultado, ya estoy interfiriendo y saboteando lo que la vida tenga que ofrecerme, tal como me lo tenga que ofrecer.. Y entonces va y sigo en ello, en ponerme un título de importancia enfocado a que la acción se desarrolle exitosamente, según mi perspectiva de éxito, según lo que para mí tendría que ser..... y va y la vida lo repite.. Y así un continuo hasta que me dé cuenta que no hay ningún sitio a dónde llegar ni ningún poder que dar a un resultado concreto, no soy tan importante en lo que me escapa de racionalidad o entendimiento, que es casi todo lo que me sucede en mi vida.

El ego, el afán de hacerlo todo bien, es algo muy pequeño comparado con algo mucho más grande y sabio, que casi se rige por Leyes Universales, y ésta es la actitud de servir para mí, una misión en la que estamos todos inconscientemente, como eslabones de una gran cadena de personas y hechos, por tanto ¿quién soy yo para interferir en ello haciendo caso a mi ego cuando se presenta y lo sabotea todo?

La actitud de servir es una actitud que suelta el resultado, que no está sujeta a etiquetas ni juicios ni expectativas ni dualidades entre éxito-fracaso, es la actitud que entiende que el resultado no depende tanto de mí como de algo más grande, más Universal, de cuya cadena soy un simple eslabón. Lo importante es hacer lo que puedo, lo mejor que puedo en cada momento confiando que mi cometido lo llevo de la mejor forma que sé. Porque las cosas al final van a ser como tengan que ser y al final algo que parece que ha sido categorizado de erróneo, resulta que es lo que tenía que acontecer, es el resultado que tenía que darse, mi decisión sólo ha seguido el curso de esa cadena pero no ha influido realmente en el resultado final, que podría incluso afirmar que ya estaba escrito. No tengo tanto poder para modificar el curso de la vida, soy una pequeña gota en todo un océano, pero soy importante, cada gota, cada eslabón hace la cadena también.

¿En qué medida puedo considerarme importante? Entrando en ese amplio espacio de desapego total del resultado. Viviendo al servicio de la vida a cada momento tal como se presenta, haciendo lo que considero mejor para mí y para otros, de la mejor forma que sé, sin darle tanto poder al concepto de éxito-fracaso. Diciendo SI a todo lo que aparezca, en disposición de colaboración en todo lo que pueda, distanciando de aquello que el ego quiere (que todo salga bien, salga como espero, del modo que espero, cuando lo espero...)

Actitud de servicio es ponerme a disposición del momento, del AHORA, tal como se presenta, desde ese gran vacío amplio donde el ego sólo forma una pequeña parte de un Todo, es ayudar a quién la vida te pone delante, sin ni siquiera pretender ayudar, un Estar, sin pretender Estar. Entendiendo la pretensión como necesidad de presencia, de ser visto, del golpe en la espalda, del reconocimiento.. Es un dejar aparecer lo que la vida me presenta, y aprender a desaparecer cuando sea el momento, es un saber coger la parte que me corresponde como eslabón y saber soltar cuando ya le corresponda a otro, volviendo a coger otro momento y volviendo a soltarlo...  

Estar sin Pretender Estar. Y observar y acoger lo que emerja de dentro de mí, eso sí que es mío... Eso sí depende de mí.. Una toma de consciencia profunda de todo lo que me conforma, con mis luces y mis sombras, una mirada compasiva y bondadosa hacia todo lo que soy y a la vez desidentificarme de eso, vaciarme y volverme a llenar de nuevo en un proceso continuo de reciclaje. 


Gracias por la inspiración de las personas que están en la cadena de mi vida en estos momentos.


Nuria Gomar.


Os dejo con una reflexión de uno de mis inspiradores, D. Wayne Dyer:

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Con frecuencia converso con personas que tienen el deseo de servir a los demás, pero pienso que, a veces, se pierden en la intención y dejan de lado lo más importante: actuar. Tal es el caso de Susana, una profesional que lleva décadas buscando un sentido más trascendente a su vida.
“Los últimos años han sido muy buenos en general”, me cuenta. “Mi familia está bien, vivo tranquila y he podido seguir creciendo en mi profesión, pero tengo un vacío interior que no consigo llenar. Siento el deseo de hacer algo por los más necesitados.” Ese vacío es señal de algo más profundo que no tiene que ver con cosas tangibles, sino con aquello que sentimos, que experimentamos internamente, con nuestra alma, más que con nuestro ego y sus deseos.
“No hay nada más satisfactorio en la vida que servir a los demás —le dije a Susana—. Es por eso que deseas hacer algo por los más necesitados. Lo que te impulsa a ello es tu inteligencia divina, tu intuición.” Susana deseaba ayudar en comunidades de África o de la India, ya que había visto por televisión que allí hay mucha gente necesitada. Pero ella vive en Toluca, México, así que le sugerí que mirara a su alrededor y comenzara por quienes están más cerca. He aquí lo que le propuse hacer para dar a los demás un regalo que, al final, ella misma recibiría:
Dé lo que pueda
Cuando servimos de corazón, no debemos sufrir ni hacer sacrificios.Si nos pesa, quizá sea porque estamos tratando de cerrar una herida personal, y no por ayudar a otros. Así que empecemos por ofrecer lo que podamos dar. Si tenemos tiempo, ofrezcámoslo; si nuestro bolsillo lo permite, demos dinero, o compartamos nuestros talentos con los demás: escuchar, hablar, cocinar, pintar... De este modo estaremos felices de hacerlo sin sentir que es un sacrificio.
Mire a su alrededor
El deseo de ofrecer ayuda a gente lejana es un anhelo noble, pero servir a quienes nos rodean es más fácil y podemos hacerlo de inmediato. Dentro de nuestra familia puede haber alguien que necesita ayuda, y también entre nuestros vecinos o en la comunidad. Esto no significa que el resto de la gente no nos debe importar, sino que es mejor empezar por las personas que están más cerca de nosotros.
Esté presente
Sea respetuoso
Al ofrecer ayuda, no solo debemos tener consideración por la otra persona, sino respetar también el momento en que se encuentra. A veces, todos necesitamos afrontar el dolor o una situación extrema para crecer como seres humanos. Esto no implica dejar de ayudar a los demás, sino respetar sus tiempos. No pretendamos que sigan nuestros consejos, que valoren lo que les damos y, menos aún, que nos den muestras de gratitud. Nuestra tarea es dar el paso hacia ellos, y ellos decidirán cuándo ir a nuestro encuentro.
Al final de nuestra charla, cité ante Susana un mensaje de la madre Teresa de Calcuta: “Muchas veces basta una palabra, una mirada o un gesto para llenar el corazón de los que amamos”. Nuestra tarea es dar amor y ayudar a quien lo necesite, como podamos, mirar alrededor y empezar a ofrecer lo mejor de nosotros mismos. Así, nuestro corazón no tendrá más vacíos por llenar.

Ayudar en forma anónima nos quita la posibilidad de dar otro regalo: nuestra presencia. Cuando una persona está enferma o tiene una carencia, no solo podemos ayudarla con algo material (por ejemplo, dinero), sino también con nuestra presencia. La calidez de un abrazo, una sonrisa cariñosa o una mirada comprensiva pueden ser un auténtico bálsamo cuando hay dolor o necesidad. Nuestra persona, en sí misma, puede ser un valioso regalo para otro ser humano.
Dr Wayne Dyer espanol


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