jueves

Claro de Luna.

Es una suerte tener el brillo de la luna sobre las propias sombras porque así las veo con más claridad. 

Cierro los ojos y siento el movimiento del aire y la suave caricia en mi cara, escuchando su brisa, apenas susurrándome en medio de una sinfonía de sonidos nocturnos. Noto el peso de mi cuerpo, el roce de la ropa en mi piel, puedo oler algo intenso, penetrante, la misma sombra de la que noto presencia y se me eriza la piel. Emociones como corrientes de agua subterráneas se hacen notables dentro de mi cuerpo. Pensamientos que vienen y van a ritmo frenético y mareante como las olas de un bravo océano. Será de ahí que el sabor en mi boca tenga un gusto salado. Y abro los ojos y veo la hermosura que se me presenta cual obra de arte ante mí y siento que mi intuición me lleva a algo más allá de eso... 

Por un momento, me desvío del oleaje, de la presencia de la sombra, de la emoción en mi cuerpo... E intento asomarme a lo que puede haber al otro lado, trascendiendo todo eso.

Si me fijo en la luz de la luna, puedo ver que es lo único que permanece fijo, inmutable, mientras todo lo demás va y viene, la luz permanece en su naturaleza espléndida, radiante, calmada, en paz, casi esbozando una leve sonrisa, muy sutil, imperceptible, fusionada. 

Sigo conectando con eso y lo demás requiere mi atención con llamadas más fuertes, los pensamientos gritan, el oleaje se eleva, la emoción se intensifica en mi estómago, la sombra cada vez está más cerca de mí y yo sigo mirando la luna embriagada de esa luz, de esa calma que me transmite, de esa intensidad que me ciega en lo que me rodea y me abre visión a algo nuevo, algo que parece imposible de acceder.

Y de pronto todo aparece más calmado, sigue estando ahí, pero yo lo veo distinto: observo los pensamientos en el ir y venir frenético, pero ya no me identifico, observo la emoción de mi estómago, esa sensación de vértigo, frío y soledad, pero ya no es el foco principal de mi atención, observo la sombra acechando con su majestuosa presencia, pero ya no me engancho a ella. 

Es como restar importancia a todo lo que antes parecia tan poderoso.

Y todo se va desvaneciendo lentamente quedando a mi alrededor un espacio vacío. Seguramente todo esto volverá a surgir en el siguiente momento, pero ahora no hay nada y a la vez lo intuyo todo. Mi respiración se ha calmado, mi cuerpo se ha rendido a la sensación de paz, agradeciendo el océano de aire que le rodea y que le proporciona una agradable brisa de bienestar con sus suaves caricias. Y me doy cuenta que hasta el siguiente momento en que se vuelva a invadir ese espacio, he podido conectar con algo más profundo.

Antes agradecía a la luna reflejar con su luz mis sombras.... Ahora también le agradezco reflejar con su claridad un atisbo de mi propia claridad.


Nuria Gomar.

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