viernes

Acompañar en atención plena.

“Veo tus alas,
veo tu potencial, veo tus recursos y tu sabiduría, confío en que sabes volar y lo haces muy bien con tu propio ritmo y belleza. Te honro, te respeto, te admiro y me reconozco en ti. Te acompaño. ¡Volemos juntos!”

La atención plena ayuda a reconocer lo que
emerge desde la auto-observación, sin engancharse ni rechazarlo o negarlo, simplemente tal cual es y se presenta, permitiendo asimismo localizarlo en el cuerpo. Acepta y explora con consciencia la incomodidad en la que se expresa cualquier sufrimiento, reconociéndolo y aceptándolo bondadosamente y con apertura a una profunda comprensión y transformación.
Es como la imagen del agua. La verdad es que no dejamos el agua tranquila, la estamos removiendo constantemente, con pensamientos, con emociones, recuerdos, deseos, expectativas… y eso hace que la tierra del fondo embarre el agua con nuestra marejada. Pero la naturaleza del agua es clara y sólo se hace ver cuando el agua está tranquila y toda la suciedad se va al fondo emergiendo el agua clara en su verdadera naturaleza.
Quien acompaña en atención plena, ayuda al otro a conectar con su verdadera naturaleza, con su calma y bienestar, dejando un espacio de auto-observación, abierto a nuevas comprensiones, cambiando la relación con ellas y posibilitando un proceso de reconocimiento y cambio profundo y duradero.
La motivación es clara. Cuando uno logra conectar con su naturaleza de calma, y logra, aunque sea por unos segundos, el bienestar que ello reporta, es suficiente motivación para querer seguir experimentándolo, además de que uno se da cuenta que no necesita nada externo para ello, sino utilizar los propios recursos y sabiduría para lograr esa conexión interna.
Vivimos desenganchados de nosotros mismos, de nuestra verdadera naturaleza. Vagamos como por el espacio, parecido a la película Gravity. Ya no podemos estar más perdidos ni más alejados de nuestra naturaleza. Quien acompaña, propone una “vuelta a casa”, una vuelta a la conexión con nuestra verdadera naturaleza.
Quien acompaña, conoce de primera mano el dolor y sabe que se necesita tomar consciencia de él, reconocerlo y aceptarlo para el proceso de transformación. Para ello, necesitamos de una genuina compasión y bondad para con nosotros mismos. Consciencia y aceptación, desde la Bondad.
Estamos en constante cambio. Hacemos el cambio. Y el cambio conlleva cierta tensión, tanto en negativo como en positivo. Pero ojo, necesitamos la tensión justa y necesaria, como el grado de alerta, para no caer en la flojedad ni en la parálisis. El cambio es alquímico. Por ello necesita de las dosis suficientes para que se dé un buen resultado usando ambas polaridades, buscando el equilibrio.
Este equilibrio ayuda a aceptar lo que es tal y como es, sin pretender cambiarlo. Buscar en todo un equilibrio es encontrar luces y sombras, positividades y negatividades, lo que me gusta y lo que no me gusta, para no caer en los extremos. Y eso implica una observación neutra, con juicio y sin él, con nuestras proyecciones, creencias, expectativas, experiencias, necesidades, carencias, todo lo que condiciona nuestra actitud ante lo que tenemos delante..y siendo capaces a la vez de observar sin todo eso, desprenderse de todo concepto, toda etiqueta y cambiar nuestras gafas de ver.
Buscar este equilibrio ayuda a aceptar mejor o al menos con otra actitud lo que nos pasa.
Esta forma de abordar el dolor, hace que el acompañante ayude a redefinir la experiencia personal, observando patrones y reacciones, sin enjuiciarlos, de una forma neutral, bondadosa, lejos ya de la categoría básica de “esto es bueno o es malo”, sino más cerca del “esto me sirve o no me sirve ahora”, me paraliza o me ayuda a avanzar, y aún así, ver que no pasa nada, que podemos incluso tolerar la ansiedad que nos puede generar todos estos patrones de pensamiento, conducta, reacción emocional… y conectar con algo más profundo, más interno, que simplemente no se identifica con esto sino que toma distancia y lo observa. Una mirada más natural, más limpia, más clara, más nítida, más neutra, más vacua, más intuitiva para la que aquello que sucede pierde poder e intensidad, que no teme experimentar en primera fila el dolor, que no pone resistencias a lo que se manifiesta, porque sabe que en cuanto acepta, va disolviendo aquello que parecía infranqueable.
Y esto, lejos de ser resignación, es acción y respuesta en lugar de reacción, es toma de responsabilidad en lugar de evitación. Es una consciente auto-observación en una forma de entrenamiento de los propios procesos, reacciones, estados internos y externos, quitando los automatismos y tomando los mandos de la propia vida, decidiendo cómo quiere cada uno vivirla. Quien acompaña sabe de este proceso porque ha decidido integrarlo como un modo de vida.
En este proceso de cambio, el acompañante va al paso del acompañado, no hay premuras ni cargas excesivas, ni exigencias, ni ansiedades, hay una pauta bondadosa y flexible, que no menos disciplinada, desde una exigencia de excelencia, no de perfeccionismo. Y al final sabe que la pauta la marca cada uno con su brújula interna.
El acompañante aquí únicamente está en Presencia para atender lo que ocurre tal como ocurre, no tiene en mente estados ideales, no juzga lo que observa y acepta el cambio en toda experiencia y momento presente. Esto hace que siga una ruta pero sea flexible con lo que acontece en cada momento.
Para ello, quien acompaña necesita trabajarse constantemente para ponerse a total disposición, a servicio, en presencia, en atención plena, incluida la auto-observación de juicio, condicionamiento, interferencias, ruidos internos, para construir un espacio seguro y confiado.
La atención plena se ha convertido en una forma de vida para el Ser que acompaña, se ha hecho un practicante convencido experimentado capaz de acompañar donde él mismo haya llegado, no se puede llegar más allá de eso. No es posible acompañar en el dolor si uno no lo ha atravesado y lo ha transmutado, no es posible ofrecer calma y aceptación si uno mismo no ha integrado esta actitud en su día a día, no es posible acompañar en la práctica si uno mismo no es practicante..etc…
El Ser que acompaña lo hace en un proceso de sanación no sólo del acompañado sino de él mismo. La sanación se realiza cuando ya no tememos a estar presentes en los procesos que hemos evitado, cuando somos capaces de atravesar el dolor tomando consciencia del propio dolor, sin resistencia, sin lucha, sin negación. Sólo cuando nos abandonamos totalmente a lo que Es, se activa lo que Somos y vemos que podemos trascenderlo y llegar a una profundidad que conecta con nuestra verdadera naturaleza, donde ya no hay nubes que tapan el Sol, sino que Somos el mismo Sol.
Y volvemos a que esto requiere…
Presencia….
Presencia en el Ser que acompaña,
- Significa acompañar en todos los cuerpos (físico, emocional, mental y espiritual), antes de actuar, entrar en conexión y conectar con una intención y motivación genuina en dar lo mejor de uno mismo en cada momento presente honrando a nuestro Ser y al Ser que tenemos delante, esto es en actitud de servicio, en el hábito de regresar al presente una y otra vez;
- Significa observar mis carencias, mis distracciones, mis proyecciones y hacerme cargo de ellas,  no traspasarlas al otro, intentando reconocerlas, aceptarlas y transmutarlas para poder seguir en estado de atención plena presente con quien estoy acompañando;
- Significa abrirse a aprender con el otro, ser consciente de que nadie ni nada llega por casualidad a nuestro camino de vida y aceptar lo que la experiencia nos pueda brindar. Significa comprender que acompañante y acompañado son a la vez lo mismo, así como uno y otro son maestro y discípulo;
- Significa no dar respuestas fijas, sino abiertas, significa devolver preguntas con preguntas para crear espacios vacíos en la mente que den lugar a más reflexiones. Es consciente de acompañar al acompañado a que encuentre sus propias respuestas porque confía y ve sus recursos y su sabiduría;
- Significa generosidad, dar sin esperar recibir, soltando la necesidad de convencer o de ser halagado, soltando expectativa de resultado y control, soltando cualquier tipo de apego;
- Significa vivir en una confianza profunda, en algo más allá de mis propios recursos y conocimientos, en confianza con una corriente inteligente de energía universal que todo lo ordena, lo impulsa, en cuanto a que todo es perfecto tal y como es para el proceso de crecimiento y evolución de cada uno;
- Significa tener congruencia, es decir, que esté alineado lo que pienso, siento y hago, haciéndome cargo de ello, en actitud consciente y despierta;
- Significa entrenarse en un estado de atención sostenida y alerta enfocada en lo interno y en lo que me rodea, desarrollando los estados mentales que me aportan crecimiento y bienestar;
- Significa hacerme cargo de los billones de células de vida y energía que están a mi cargo y yo a cargo de ellas, de la forma más bondadosa y agradecida posible, viviendo en Amor y Gratitud hacia todo y hacia todos;
- Significa vivir desde el Amor genuino, empezando con el amor a nosotros mismos, empezando por llenar y mantener lleno nuestro propio tanque de amor, dejar de buscar surtidores externos que nos provean y empezando a dejar surtir esa fuente maravillosa interna que no nos va a generar ningún daño, ni a nosotros ni a otros, todo lo contrario, cuanto más lo haga crecer, más se expandirá y sólo bien puede hacer;
- Significa desactivar el piloto automático y abrirse a la experiencia tal como un niño, con la curiosidad del momento, sin conceptualizaciones ni carga de juicios y creencias extremas, sin excluir, incluyendo lo que acontece;
- Significa seguir una brújula interna que determina mis valores en cada punto de orientación, seguir un propósito claro y firme;
- Significa entender el sentido de cooperación transpersonal, en el que no hay un yo sino un nosotros, en el que juntos co-creamos y con-partimos, en el que juntos nos sentimos en libertad, en respeto, trabajamos para un propósito común sin desterrar el propio propósito de cada Ser, entendiendo que somos lo mismo, somos Uno, afianzándonos en quienes somos realmente, buscando a la vez espacios de silencio para vivir de dentro hacia fuera, con más identificaciones internas que externas, comprendiendo que todo lo que me rodea es un reflejo propio, dejando tanto al dolor como a la alegría emerger, comprendiendo que uno y otro pasarán como las nubes pasan en el cielo sin detenerse de forma fija permanente frente al Sol;
- Significa una aceptación bondadosa e incondicional a todo de la forma que sea, sin otro interés que una genuina compasión a cualquier cosa que emerge, dejando caer máscaras y velos de protección que ya no se necesitan, mostrándose tal cual uno Es para facilitar un acompañamiento profundo y no superficial. No hay corazas porque simplemente no hay miedo, no hay miedo porque no hay expectativas de nada, ni siquiera de acompañar, únicamente Ser en presencia a cada momento y ofrecer lo mejor. De esta forma, cuanto más se suelta al vacío del momento, el acompañante fluye mejor.
Acompañar a otro Ser desde nuestro Ser es una oportunidad maravillosa para conectar con nuestra verdadera naturaleza, superando la sensación de separatividad e individualidad, en una profundidad al encuentro con la sabiduría y la calma, más allá de lo evidente. Es una actitud de servicio y un acto de amor y humildad pues el que acompaña sabe muy bien que en cualquier momento se pueden atravesar procesos de dolor pero también sabe que se puede producir con ellos los procesos de transformación más mágicos y elevados.
En definitiva es “Veo tus alas, veo tu potencial, veo tus recursos y tu sabiduría, confío en que sabes volar y lo haces muy bien con tu propio ritmo y belleza. Te honro, te respeto, te admiro y me reconozco en ti. Te acompaño. ¡Volemos juntos!”
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Nuria Gomar. Un día de Semana Santa, significado de muerte y resurrección, transmutación y renacimiento en Gratitud y Amor.

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